Aquí estoy… ¡envíame!
Encuentro Voluntariado Misionero Mª Ana Mogas
Madrid, 18-20 de noviembre de 2011
Encuentro Voluntariado Misionero Mª Ana Mogas
Madrid, 18-20 de noviembre de 2011
Aquí estoy…
aquí estamos, llegados de un viaje desde distintas distancias geográficas:
Galicia, País Vasco, Salamanca, Córdoba, Murcia, Mallorca o Madrid; Aquí estoy…
aquí estamos, arribados de una marcha a través de los distintos caminos del
corazón: en búsqueda de paz, emocionados ante el ansiado reencuentro, venciendo
el miedo a lo desconocido… llamados todos -a voz en grito o con un susurro,
según las circunstancias- para el envío.
Del 18 al
20 de noviembre la gran familia de los que componemos el voluntariado misionero
Mª Ana Mogas volvimos a darnos cita en Madrid para seguir caminando en nuestra
llamada a la misión. Esta familia crece, madura y se renueva con la vida que le
damos los que la conformamos. Añoramos a los que, por distintos motivos, no
pudieron acompañarnos en esta ocasión y recibimos con los brazos abiertos a
nuevas miradas, nuevas sonrisas, nuev@s herman@s valientes que dejaron sus
cosas del día a día para adentrarse en esta aventura. Nuestro ser franciscano
nos hace ver en el otro siempre a un hermano. Y así es como nos sentimos entre
todos desde el minuto cero.
En la noche
del viernes fuimos llegando poco a poco, como las gotas de la lluvia que cayó
esa tarde en la ciudad. Primeros besos y abrazos, primeras risas, primera toma
de contacto para algun@s... Las presentaciones informales comenzaron ahí, pero
el plato fuerte llegaría a la mañana siguiente, cuando nos desnudamos de nuestros
miedos y abrimos el corazón. Presididos por la Palabra con mayúsculas
sobraron las voces y brotaron los gestos: de alabanza, de disponibilidad, de
escucha… La plastilina se convirtió en arcilla para modelar nuestros miedos y dificultades.
Sentados
frente a la mesa de trabajo, en el Año Europeo del Voluntariado, profundizamos y
debatimos sobre esta figura. Clarificamos conceptos, aclaramos términos
(voluntario internacional, misionero, cooperante, brigadista, turista
solidario…), analizamos los roles de las grupos y organizaciones de envío, la
importancia de los procesos… Pronto, partiendo de las experiencias y las
percepciones, se generó un vivo debate. Faltó tiempo para compartir todo lo que
iba surgiendo (tanto fue así que necesitamos completar esta sesión el domingo)
pero el reloj nos apremiaba. A mediodía nos desplazamos para compartir la mesa
en la zona de Plaza de Castilla y caminar desde allí al barrio de ‘La
Ventilla’, una zona humilde de la capital, donde los Jesuitas llevan a cabo el
proyecto ‘Pueblos Unidos”.Y llegó entonces, para muchos, el gran momento del
encuentro. El del Cristo vivo y pobre que, cada tarde, pregunta con acento
africano por las ofertas laborales; el mismo que se sienta al otro lado de la
mesa, en la persona de un hermano jesuita, y entrega su vida a los demás. Llegó
el momento de escuchar y preguntar, de aprender de la experiencia de la Iglesia
“voluntaria”, de la Iglesia de los barrios sin asfalto, la misma que enamoró a
Francisco y Mª Ana y que hoy nos conmueve a nosotros.
La vuelta a
casa, en metro, sirvió para respirar y compartir. Tantas experiencias había
contagiado aquel hermano que todos regresamos satisfechos. Con más o menos fe,
con más o menos formación, a todos nos quedó claro a lo que habíamos venido a
Madrid. Por eso el trabajo en grupo fue más intenso que nunca. La frustración,
el miedo, las fortalezas,… Temas reales difíciles de tratar. Pero en una
familia, como la nuestra, lo difícil se hace sencillo. Llegó, poco después, la
Eucaristía. Con el mismo mensaje del encuentro, cantamos y celebramos juntos
nuestra fe en Jesús.
La mañana
del domingo la comenzamos reposando nuestros ojos en la mirada del Cristo de
San Damián, ante el que San Francisco pronunció su particular ‘Aquí estoy,
envíame’. A Jesús le pedimos sus mismos ojos de misericordia para verle en el
rostro del hermano necesitado y hacernos ‘pequeños y hermanos’. Quisimos
‘indignarnos’ y rebelarnos frente a la desigualdad para poder cantar un día el
Aleluya de la liberación del oprimido. Durante la oración intercambiamos
nuestros sentimientos y anhelos escritos en una pequeña pieza de papel con esos
ojos de Resucitado del icono de San Damián. Cada uno nos llevamos a casa los
deseos del otro para hacerlos nuestros. No fue un gesto de recuerdo, fue una
expresión viva de comunión. Acabamos, este rato, como no podía ser de otra
manera, fundidos en un abrazo. Abrazos de esos que, al principio, generaban un
poco de recelo o miedo entre algun@s de l@s nuev@s integrantes del grupo pero a
los que estamos seguros que ya se acostumbraron.
Tuvimos la
suerte de contar en este día con la visita de nuestras hermanas, Geles, Reyes y
Rosario, que son un pilar fundamental de esta familia y han sido y son testigos
y protagonistas de nuestra historia en muchas y distintas circunstancias, pero
siempre desde el servicio y la mano tendida…
Una vez
más, la mejor conclusión del encuentro fue la de familia que camina unida en el
presente. Un presente que comparten ricos y pobres, palacios y albergues,
catedrales y capillas; un presente que es un gran campo de trabajo para
aquellos que, en el año 2011, llaman cristianos, siempre voluntarios.
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