ESTA ES LA CARTA QUE RECIBIERON NUESTRAS HERMANAS CAPITULARES DE LA FAMILIA DEL VOLUNTARIADO MISIONERO...
Madrid, 07-julio-2011
Queridas hermanas, Paz y
Bien…
Al recibo de estas
letras, estaréis de seguro inmersas en la toma de importantes decisiones que marcarán
la marcha del Instituto. Al mismo tiempo, desde distintos rincones del globo, muchos
amigos, hermanos y hermanas oramos para que el Espíritu os inunde e ilumine. Esa
es la grandeza de sentirnos y de ser familia. Experimentamos con vosotras un
vínculo inquebrantable forjado durante muchos años de compartir vivencias, mano
a mano, haciendo camino. En mi caso, una de las circunstancias que me ha
afianzado fuertemente en esta relación con la familia congregacional de Mª Ana
ha sido el pertenecer al grupo de voluntariado misionero.
La invitación a este
grupo me vino en uno de esos momentos vitales en los que te asaltan mil
preguntas. Dudas al querer hacer y no saber qué ni dónde. Te inquietas al
cuestionarte sobre tus propias capacidades… Llegar aquí fue recalar en un lugar
de acogida donde fueron brotando las respuestas. Recuerdo perfectamente el primer día, cuando no conocía prácticamente a
nadie. Las personas que tenía a mí alrededor, (algunas con diferencia de edad
grande, por arriba y por abajo) empezaron a abrir su corazón y hacer mías sus
vidas. Hoy esas personas son mis hermanos: Hortensia y Miguel, David y Ana,
Leti y Charo… y tantos y tantos que se han ido sumando en el camino.
Para mí el voluntariado misionero es en
primer lugar una familia… una célula viva de la familia de María Ana que me
hace sentirme parte de ella y acoger como propia vuestra misión, adaptándola a mi
realidad y mis posibilidades. Es también, sin duda, una escuela de vida. Cuando
uno se plantea pertenecer a un grupo de este tipo, en el horizonte aparece enseguida
la meta de poder desarrollar un proyecto concreto de misión marchando fuera de
casa. Pero ese gran objetivo, quizá demasiado obvio, queda difuminado enseguida
cuando empiezas a recorrer camino y vas descubriendo que tu misión no es de
futuro, sino que empieza en el aquí y el ahora de tu vida.
En este grupo he crecido profundamente como
persona y he madurado mi fe a niveles que no había contemplado hasta ahora.
Encuentro tras encuentro hemos interrogando hasta el fondo nuestro corazón y el
motor de nuestra sociedad y nuestro mundo; hemos conocido testimonios vivos de
entrega, que actualizan la entrega total de Jesús; hemos visto con nuestros
ojos las piedras vivas de la
Iglesia a la que amamos a veces sin comprender. Todo esto a
mi me ha ayudado a aceptar mi persona, a conocer mis limitaciones y mis
potencialidades, a mirar mi mundo personal y nuestro mundo global con otros
ojos… Sin duda, el trabajo silencioso de las hermanas que han estado cuidando
con mimo esta plantita desde sus comienzos resultaría impagable… porque a esta
formación vital, a estas experiencias profundas, no se acceden a través de
ninguna prestigiosa universidad o grandilocuente academia, sino gracias a la
escuela de la sencillez y la entrega sin medida que ha surgido de vuestro
empeño.
Quiero daros las gracias porque, con vuestra labor, dais vida y sentido cada día a ese título de Misioneras que lleváis en vuestro nombre junto con el de Franciscanas y nos permitís a nosotros ser partícipes del mismo, poniendo en nuestras manos este instrumento transformador que es el proyecto de Voluntariado Misionero. Vosotras nos enseñáis que nuestra misión puede ser a miles de kilómetros o al lado de casa, en cualquier rincón donde hay un corazón que busca cariño y una oportunidad en su vida, ya sea en lo profundo de África o en el centro de Madrid.
Y ponéis en nuestras manos este instrumento
que no podríamos encontrar en otro entorno, ni siquiera en nuestras parroquias.
Gracias por hacernos sentir realizados como personas y dar respuesta a nuestro
deseo de ser, en nuestro día a día, seguidores de Jesús al
estilo de Francisco y María Ana.
En unos años he visto
como el grupo se ha multiplicado y ha crecido de manera increíble. Eso me hace
pensar que hay una gran necesidad de respuestas a esos deseos de entrega que
habitan en el fondo del corazón y solo esperan el estímulo adecuado que les
haga despertar. Pese a que la sociedad parece anclada en el egoísmo todavía hay
gente que quiere dar y dar sin medida. Hay aquí una potencialidad infinita.
Me despido con los ecos
de una canción que ha resonado encuentro tras encuentro transformada en himno
liberador, en oración sencilla y sincera: ‘Señor… Llévame donde los hombres necesiten tus palabras,
donde falte la alegría…”
Junt@s seguimos haciendo
camino. Un abrazo de vuestro hermano,
Javi y tod@s l@s jóvenes del
Voluntariado Misionero:
Judit, Miriam, Lucía, Carmen, Cris,
Rafa, Indira, Paula, Nati, Cynthia, Candela, Cristian, Conchi, Roberto, Alba, David,
Ana, Esther, Jesús, Leti, Charo, Miguel, Hortensia, María, Esperanza, Ana,
Teresa, Jesús, Alejandro, Sara, María, Antía, Alba, Ignacio, Mucha, María…
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