Desde Benín, comprometida con el
mundo
Voluntariado misionero
Mi entrada en el grupo del
Voluntariado Misionero fue gracias a Amelia, directora del Colegio Mayor Ana
Mogas en Salamanca. Ella me contó su experiencia en África, y me animó para conocer
la misión que hace la Congregación por todo el mundo. Así que fui a Madrid, a
conocer al grupo e interesarme por su desarrollo. Tras el primer encuentro supe
que quería irme con las hermanas, a ser posible a África, pues desde hace mucho
tiempo soñaba con ello.
Después de dos años de formación
y preparación en el grupo, y gracias al atento seguimiento de las hermanas, me
informaron que podría ir a Benín, a colaborar en un centro hospitalario de
Zagnanado, en mis vacaciones de verano. Y así fue. Desde aquí agradecer a todas
las que me ayudasteis y estuvisteis conmigo a la hora de hacer los trámites. La
fecha del viaje se acercaba y empezaron a aflorar los nervios. Toda la gente
del grupo del voluntariado misionero se volcó en mandarme ánimos y confianza.
Por fin llegó el viaje. En el
aeropuerto me esperaba Dioni, que me introdujo en el país y la cultura por
primera vez. Tras un día de gestiones en la capital económica llegamos a
Zagnanado. La bienvenida fue espectacular. Todos nos esperaban para recibirnos,
y se deshicieron en atenciones.
En Zagnanado hay cuatro hermanas
españolas: Lola que se encarga de crear escuelas en los poblados, Julia que
dirige el hospital y la comunidad, Dioni que se encarga de la farmacia y la
intendencia y Francisca que atiende la enfermería, los animales y la casa.
Además hay cinco hermanas nativas Odette, Ginette, Alfonsine, Firmine y
Viviane, que también realizan labores en el hospital. Allí me alojaba en una
casita que tiene la Congregación para
los voluntarios, que compartí con Adelina, Ignacio y Mucha.
Durante mi estancia colaboré en
el servicio de farmacia y en el laboratorio. Ello me permitió estar en contacto
con la gente, ver en primera línea sus necesidades, sus tristezas, una realidad
que a tantos kilómetros de distancia parece impensable incluso para mí ahora
que he vuelto. Me permitió compartir con la gente, tanto con los enfermos como
con el personal nativo, pero sobre todo me permitió aprender. Yo por mi parte
intenté ayudar.
Ha sido una de las experiencias
más enriquecedoras de mi vida y me hace ser más consciente y comprometida con
el mundo que nos rodea. Gracias por permitirme vivirla. MUCHAS GRACIAS
Carmen Jiménez
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