ESTAMOS
AQUÍ PARA LOS POBRES
(Desde
MARRUECOS)
Hola a todas, Paz y Bien; me llamo
Alejandro y soy uno de los jóvenes del Grupo de Voluntariado Misionero “María
Ana Mogas”. Pertenezco a la parroquia de San Francisco de Asís, en A Coruña, y
soy el organizador del Campo de Trabajo Franciscano en Tetuán y Tánger. Cuando
hablo o escribo sobre esta actividad, siempre tengo que hacerlo con precaución
y mucha humildad, porque apenas la hemos consolidado. El pasado verano, desde
el grupo joven de la parroquia, se organizó la tercera experiencia de
voluntariado en el Norte de África.
En total, reunimos a un grupo de dieciséis personas
procedentes de Lugo, Salamanca, Madrid y A Coruña. Cuatro de ellas ya habíamos
estado allí. En la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, en pleno centro
de Tetuán, nos alojamos. Allí, en los conventos de los Franciscanos y de las
Hermanas Oblatas, disfrutamos del mejor espacio para convivir, trabajar los
temas, orar en grupo y descansar.
Durante el día, apenas estábamos en casa. Organizados
en grupos de trabajo cubríamos el abanico de actividades. El trabajo con chicos
discapacitados en la Casa Nazaret de Tánger (dirigida por los Hnos. de la Cruz
Blanca); las clases de español, matemáticas e informática para chicos desde los
ocho años; la organización de actividades para jóvenes de la calle, con
situaciones y familias conflictivas a sus espaldas; y la atención a los más
pequeños, bebés de uno de los barrios más pobres de Tetuán, que esperan en sus
cunas la visita de alguna familia árabe con posibilidades para adoptar.
Marruecos fue para mí un encuentro con la Iglesia.
Con la Iglesia de Francisco de Asís. Fue un encuentro con los que necesitaban,
y siguen necesitando, compañía. Los que agradecen con sonrisas y abrazos el
sentirse queridos por un grupo de nuevos amigos que llega para pasar con ellos
el verano. Ellos se sienten importantes, se lo creen. Y no están creyéndose
nada que no sea real. Allí, una Iglesia humilde y familiar, trabaja en silencio
en un estado donde la libertad brilla por su ausencia. Y es algo que digo sin
miedo, porque Desmond Tutu dijo un día que, aquel que en una situación injusta
no se pronuncia, le estaría dando la razón al opresor. Y esa es la política de
Marruecos: injusticia para los pobres y para los que trabajan con ellos.
Los desprecios y las expulsiones hubieran
desmotivado ya, y con razón, a cualquier ONG. Pero la Iglesia tiene un valor
añadido. Nosotros vemos a Aquel en quien creemos en el más pobre. Nuestros
misioneros no trabajan para los pobres. Viven para los pobres. Que es algo muy
diferente. Vivir para ellos implica casarse con sus sonrisas pero también con
sus lágrimas. No cabe la decepción o el simple debate hacia un gobierno
corrupto cuando el 80% del país malvive en las calles.
Lo dijo muy claro Juan Pablo II en Casablanca: “Somos presencia viva de la Iglesia en este
pueblo que nos acoge”. Y pienso que somos los herederos de algo inmenso.
Que tenemos la mayor de las responsabilidades: estamos aquí para los pobres.
Podemos revestirnos en los días de fiesta, podemos hacer grandes discursos,
organizar convivencias, unificar nuestras provincias religiosas… Pero solo hay
una cosa clara: estamos aquí para los pobres. Ese es el mensaje que convoca a
todos los pueblos y que llenará las iglesias durante siglos.
Alejandro López,
Voluntariado Misionero
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