CHIMWEMWE CHA YESU,
La Alegría de Jesús
África para cualquier voluntario
significa un antes y un después en su vida. Aunque viajar a cualquier parte del
mundo también tiene tal efecto. Pero África es África. Es una tierra en la que
la mezcla de lo más rudimentario con lo más sofisticado, las religiones
ancestrales con las modernas, la pura naturaleza con el asfalto de las
ciudades, y muchas otras cosas… tienen un golpe de efecto en nuestra mentalidad
occidental. Es chocante todo lo que ves.
En Mozambique me pasó eso. Realmente puedo decir que mi experiencia misionera
se divide en tres enfoques:
Enfoque antropológico. Este enfoque
realmente me hizo estar unos días en shock porque, aunque conociera en cierto
modo la realidad tal como es, no me esperaba que fuera tan impactante.
Realmente el ser humano es algo asombroso. Y es porque su capacidad de
adaptación al medio le hace único. Llegué a comprender que eso que les hace
únicos es gracias a su instinto de supervivencia o simplemente de vivir. Los
occidentales en sus circunstancias imagino que estaríamos quejándonos, enfermos
o ya muertos (exagerando un poco). Si no te preparas o no eres abierto,
posiblemente es lo que te pase. Pero el africano es un ser humano asombroso:
luchador, fuerte y ama la vida… o simplemente vive la vida como es. Cada
segundo, cada minuto, cada hora. E ir allí es un reto para cualquier persona
que quiera transformar su ser. También la forma de afrontar la muerte y de
apoyarse en la muerte. Es algo tan normal y cotidiano, que si no lo hicieran
así… se desmorarían. O más bien, nos desmoraríamos. La verdad que cuando uno
comienza a comprender la realidad que viven, uno se siente bien. Se siente
cercano pero… un mes supo a poco.
Enfoque social. Desde este enfoque la
verdad que la sociedad africana… va dando pasos poco a poco. Es comprensible en
parte, porque todas las personas viven al límite. Y no tienen culturalmente la
ayuda a los otros incluida en su norma social. Bueno, si la tienen, pero sólo a
aquellos que pertenezcan a su tribu. Es asombroso como todavía se dividen en su
organización social en tribus. Luego a ello hay que unir la diversidad de
credos. Tampoco puedo hablar de ello pero no creo que se relacionen mucho los
cristianos con los musulmanes, y con otras creencias. A ello se une la
corrupción de sus gobiernos con la venta del país a las potencias para explotar
su riqueza. Y lo malo de dar entrada a occidente, es que todos los vicios de
occidente son cogidos por los jóvenes: dinero fácil, prostitución, drogas y
alcohol. Eso no quiere decir que todos lo hagan; por otro lado son muy
trabajadores… y se buscan la vida muy pronto. Aunque eso también conlleva el
que abandonan la escuela pronto. Pero hay que decir que la escuela no está muy
desarrollada. Es obligatoria, pero el Estado apenas se ocupa de ella. Aunque a
la vez era chocante ver que los colectivos más débiles como los ciegos, sordos
y diversas discapacidades estaban siendo ya atendidas. Y viendo la joven
“democracia” que es; es un gran paso.
Enfoque cristiano. Desde este enfoque la
verdad que sólo puedo decir que es tierra de misión. La presencia de la
Iglesia es mostrada a través de las órdenes religiosas que habitan esa tierra.
Y realmente siento que transmiten el mensaje de Jesús de un modo vivificante y
verdadero. Mi crítica va a la Iglesia de base, la jerárquica. La cual
me recuerda a tiempos pasados. Cerrados. Por lo cual espero que escuche más a
su pueblo, que abandona la fe a otras creencias. Tuve la suerte de vivir esos
días con las hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor. Y
sé que Dios actúa en las vidas de ellas para fortalecerlas para afrontar cada
día la realidad que viven.
Esos tres enfoques unidos hacen que uno
se dé cuenta que en África hay mucho que hacer pero en Europa y todo el mundo
también. Porque el cambio en Europa y el mundo ayudará a que Africa sea ella misma.
Creo que el ser humano debería dejar sus
diferencias de lado y caminar unidos para hacer de este mundo un lugar mejor. Y
para hacerlo mejor, lo primordial es no explotar a nuestros hermanos. Por lo
que la misión de la Iglesia en África es defender al africano de los
países que van a explotarles. Dejarles vivir su vida como ellos decidan y
luchar porque un niño de Maputo viva igual que uno de Freetown. Y que la
población en general pueda vivir una vida dignamente sin tener que vivir ellos
para que el mundo occidental tenga sus lujos.
Sueños, sueños que
te hacen impulsarte hacia delante y seguir caminando hasta conseguir que se
hagan realidad. África, ese era mi gran sueño desde niña.
Tras un camino
recorrido en el grupo de Voluntariado Misionero María Ana Mogas y después de mi
primera experiencia misionera en Argentina en el 2009, sentía que aún latía
fuerte aquel sueño africano. Sin embargo, ya no dependía únicamente de mi
decisión sino de un proyecto común de vida junto con mi marido, Jesús. Así, después
de una experiencia de voluntariado en Marruecos, nos fuimos
preparando para nuestra misión en Mozambique estudiando portugués y conociendo
los proyectos de allí.
Y por fin, llegó
nuestra hora. Volamos rumbo a Maputo, capital de Mozambique, donde nos
acogieron generosamente las hermanas que viven allí. Conocimos la preciosa
“Escola Mª Ana Mogas”, la cual comenzó debajo de un árbol, y el Hogar que
alberga a niños huérfanos o con dificultades económicas que les permite recibir
una buena educación.
Después de unos días
allí, nos dirigimos hacia nuestro destino misionero: Tete. Se trata de una
ciudad que se encuentra en el norte del país, en la llamada “zona quente” debido
a su tierra de carbón y las altas temperaturas casi constantes durante todo el
año. Actualmente, existen más de 150 empresas extranjeras que extraen carbón y
lo exportan. Tete, mantiene un núcleo urbano de estilo colonial rodeado de
crecientes barrios llenos de payotas y pequeñas casas de ladrillo construidas
sobre piedra y habitadas por emigrantes procedentes del campo en busca de una
vida mejor. Es un entorno marcado por el cruce del río Zambeze al que acuden
todos los días decenas de personas para lavar la ropa, bañarse o pescar,
arriesgando la vida ante la posible aparición de un cocodrilo. Todo este
entramado no se podría comunicar si no fuera por su imponente puente que hace
posible el tránsito, ya sea a pie, en coche, moto o chiapa.
Nosotros convivimos
en la casa de una Comunidad de cinco hermanas: Fabia, Lurdes, Judite y Selma (mozambicanas)
y Sonia (española). Desde el primer momento nos sentimos en familia. Sonia nos
ayudó mucho a adaptarnos y a conocer más aquella realidad llena de grandes
contrastes y paradojas que convivían juntos.
El primer día, nos
llegó la noticia de que había fallecido la hermana de Rodolfo, un chico ciego
muy querido y cercano a las hermanas. Fue uno de los momentos más fuertes.
Sentimos el sufrimiento de la familia y les acompañamos en el velatorio y en el
cementerio. Al fijarme en las lápidas me impactó el ver que allí yacían jóvenes
de mi edad y muchos niños y adolescentes. Aquello me removió por dentro. Qué
cantidad de vidas acortadas, sin más futuro.
Al día siguiente,
comenzamos nuestra labor misionera en el CREI, Centro Regional de Educación
Inclusiva. Este Centro tiene 112 alumnos, la mayoría con distintas discapacidades,
de los cuales 68 viven allí. Nuestra labor fue de asesoramiento a los
profesores en la educación de chicos con discapacidad, ya que apenas tienen
formación sobre ello. También pudimos organizar unas jornadas de ocio y tiempo
libre con un grupo de niños que no se fueron a sus casas en vacaciones. Nos
llenó mucho el poder propiciarles un espacio diferente en el que desarrollar
sus capacidades y en el que conseguimos comunicarnos, disfrutar y compartir lo
que cada uno era.
Otra de las
experiencias que más me marcaron fueron las visitas que realizábamos a la
Prisión femenina donde les enseñábamos a las mujeres a hacer pulseras,
rezábamos y escuchábamos sus historias llenas de dolor y angustia. Esos ratos
que compartíamos con ellas eran sus momentos de desconexión de aquel lugar en
el que pasaban la mayor parte del día trabajando en la machamba (huerta).
Durante el tiempo
que vivimos en Tete, fuimos conscientes de todo tipo de necesidades, desde los
más vulnerables (niños y ancianos), hasta la falta de formación profesional en
algunos sectores como la educación y la sanidad. Vimos escenas de ancianos
abandonados en sus humildes payotas pero también de ancianos que cuidan de
otros más débiles. Niños cuya morada es la calle que sólo conocen la limosna de
los extranjeros blancos, y otros niños que disfrutan de un sano ocio en Centros
de Día sustentados por Congregaciones religiosas. Muchos niños huérfanos a causa del SIDA y la tuberculosis
que viven en Orfanatos con manos que les cuidan y les brindan una nueva
oportunidad de ser grandes personas.
Para nosotros fue
una sensación muy fuerte la normalidad de la coexistencia de la Vida y la
Muerte, la alegría y la tristeza, la
celebración y la despedida. Nos marcaron sus misas de más de dos horas donde el
forastero se siente acogido y bendecido, donde se canta y se danza para alabar
y dar gracias a Dios.
A raíz de esto, me
planteo que una de las claves más importantes para transformar nuestro mundo es
convertirnos en agentes multiplicadores,
agentes de cambio que siembren pequeñas semillas en personas que a su vez
trabajen por convertir su mundo en un lugar más digno y justo donde vivir. Los
mozambicanos cuentan con grandes cualidades que admiro como su Fuerza, su
capacidad de lucha ante las dificultades, su unión Comunitaria tanto para lo
bueno como para lo malo, su esperanza de algo mejor, su alegría y sus grandes
sonrisas.
Para concluir,
quería hacer mención a uno de los días más felices de mi estancia en Mozambique
y de mi vida: el día de mi cumpleaños. Ese día realmente experimentamos el
sentido de “un único pueblo”. Nos reunimos personas de Brasil, Venezuela,
España y Mozambique. Celebramos el don de la vida y compartimos la Eucaristía,
la comida y la cultura de cada uno. Nunca olvidaré a mis hermanos de misión y a
mis hermanos los preferidos de Dios, a los que nadie tiene en cuenta.
Todo esto me lleva
a entender mucho mejor y a intentar cada día vivir el verdadero significado que
varias veces nos decían los sacerdotes y la gente de allí: CHIMWEMWE CHA YESU
(lengua Chichewa) o KUKONDWA YESU (lengua Nyungwe) que significa LA ALEGRÍA DE
JESÚS (Leticia y Jesús) uniendo nuestros nombres y dándole sentido desde la fe
en Jesucristo.
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