domingo, 10 de marzo de 2013

Voluntariado Misionero María Ana Mogas: Voluntariado Internacional: Experiencias


MISIÓN ARGENTINA: UNA SEMILLITA PARA EL MUNDO

             Hace 25 años nací en Madrid y mis padres decidieron ponerme el nombre de Leticia por su significado, que refleja lo que sintieron al tener a su primera hija: ALEGRÍA. Yo siempre he pensado que mi nombre ha marcado de alguna manera mi forma de ser y de enfrentarme a la vida, lo cual ha influido en las decisiones, cada vez más importantes, que ido tomando. Una de ellas fue mi vocación profesional. Desde mi infancia me ha gustado estar atenta de los más pequeños y excluidos y es por lo que me decanté a estudiar magisterio de Educación Especial. Después de varias experiencias de voluntariado y de trabajo con personas con discapacidad he vuelto a mis raíces: el Colegio Divina Pastora de Madrid. Es allí donde ejerzo de Pedagoga Terapéutica con chicos de entre 12 y 16 años.

Sé que tengo que estar enormemente agradecida a Dios porque me ha cuidado toda mi vida y me ha puesto en mi camino a personas que me han acercado a Él. Entre ellas se encuentran las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor. Desde pequeña su labor en otros países suscitó mi admiración hacia ellas y fue lo que me movió a tener una inquietud misionera. Así empecé a asistir a los Encuentros del  “Movimiento de Voluntariado Misionero” de nuestras Hermanas franciscanas.

          Después de seis años de preparación, formación y de compartir experiencias con otros hermanos, por fin llegó mi hora: verano 2009.  Mi destino: el barrio de Reja Grande (Moreno) en la Provincia de Buenos Aires. Allí viviría con tres Hermanas argentinas, Ángela, Mabel y Miriam, en una casa que perteneció a unos frailes junto a la Capilla de San José Obrero. Las Hermanas llevan 13 años en el barrio y han creado un Centro de Actividades Alternativas para ofrecer formación y recursos educativos a las personas de su entorno.








        Ya en Argentina, Mabel y Miriam, que vinieron a buscarme al aeropuerto, me fueron contando por el camino a casa la situación en la que se encontraba el barrio. Existía un gran nerviosismo y deseo de venganza entre sus vecinos porque un par de semanas antes habían violado a una mujer delante de su hijo y de su madre. Hubo manifestaciones y algunos tomaron la justicia por su mano quemando la casa de los violadores.

            Al llegar allí, mi primera impresión fue de desolación. Avanzábamos con el auto por sus calles sin asfaltar, me fijaba a ambos lados en sus casas de madera o de chapa a medio construir, otras destacaban por sus paredes de basto ladrillo y veía como los niños jugaban en la calle ajenos a cualquier peligro. Poco a poco fui descubriendo aquella realidad marcada por el maltrato, el abandono, el desempleo y la delincuencia.

            A estas circunstancias se añadió el pánico social que creó la llegada a Argentina de la GRIPE A, que se estaba cobrando decenas de fallecidos. Por ese motivo, se suspendieron las actividades en la escuela y todos los actos públicos. La primera semana que estuve allí fue de bastante incertidumbre porque no sabía en que se iba a centrar mi tarea; pero el Señor escribe derecho con renglones torcidos.s de preparación, formación y de compartir experiencias con otros hermanos, por fin llegó mi hora: verano 2009.  Mi destino: el barrio de Reja Grande (Moreno) en la Provincia de Buenos Aires. Allí viviría con tres Hermanas argentinas, Ángela, Mabel y Miriam, en una casa que perteneció a unos frailes junto a la Capilla de San José Obrero. Las Hermanas llevan 13 años en el barrio y han creado un Centro de Actividades Alternativas para ofrecer formación y recursos educativos a las personas de su entorno. 
Así fue como, a la semana siguiente de mi llegada, Dios me presentó a Jennifer de 9 años, a Carlos de 7 años y a Dylan y William de 4 años, cuatro hermanos que viven en un pequeño rancho con su papá. Durante dos meses fui para ellos la figura maternal que nunca tuvieron. Ahora que ya estoy en España, sé que me han robado un trocito de mi corazón.

Por otro lado, no pude pasar indiferente ante las necesidades que iban surgiendo a mi alrededor. Tuve una gran responsabilidad con los niños y adolescentes del barrio al ayudarles con los deberes de la escuela o con el estudio, impartí algún taller de manualidades y también colaboré en la Pastoral de la parroquia, guiando la misa dominical y dando alguna catequesis de preparación para los sacramentos del Bautismo, la                 1ª Comunión y la Confirmación.

            Además, compartí momentos muy intensos con la gente: tomar mate en sus casas, celebrar sus cumpleaños, jugar con los niños disfrazada de payaso por el “Día del Niño”, acoger a personas recién llegadas al barrio, cantar y bailar en una fiesta para recaudar fondos para la biblioteca, visitar lugares culturales, etc.

Uno de los momentos que más echo de menos y que más huella ha dejado en mi vida ha sido la oración comunitaria de primera hora de la mañana. Era un tiempo en el que ofrecíamos a Dios nuestras preocupaciones y nuestras esperanzas, pedíamos por los hermanos más cercanos y dábamos gracias por ofrecernos la oportunidad de ser Sus instrumentos.

Otra de las cosas que me han marcado en mi paso por Argentina es la entrega incondicional de las personas que colaboran en el Centro. Ellas, junto a las Hermanas, luchan por mejorar sus vidas y la de sus vecinos. Me han enseñado a no desanimarme ante las dificultades, a sentirme parte de su familia, a creer en un mundo más fraterno y a tener fe en lo bueno de cada uno.

¿Y ahora? Esa es la pregunta que me hice cuando aterricé en Madrid. Han pasado unos meses desde aquello y mi vida ha cobrado mayor sentido al acercar “aquel mundo” a “mi mundo”. He tenido la oportunidad de hacer partícipe de ello a los alumnos del colegio, a mis compañeros, a mi familia, a mi novio y a mis amigos y espero haberles hecho sentir una mínima parte de lo que viví. Mi reto continúa día tras día al intentar ver a Dios en los últimos, en los gestos cotidianos, en el servicio y en la oración. Y acabo con esta plegaria:
Señor Jesús, hazme un sencillo instrumento de tu amor y
 dame la oportunidad de mirar desde abajo al hermano

                                                                                        Leticia de los Frailes López



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